viernes, 10 de julio de 2015

FRASES DE "EL FALSO DA VINCI" de Francisco Tessainer


Mientras leo suelo apuntar frases o comentarios que me gustan a lo largo de la lectura, muchas veces las incluyo a lo largo de la propia reseña (aquí), pero esta vez he decidido publicar todas las anotadas y como eran varias he decidido hacerlo en una entrada independiente. Quizá lo haga con otros libros, no sé si lo llegaré a convertir en costumbre.
Y las frases son:

Aquellos a quienes engañamos desean ser engañados. Después de todo, resulta más sencillo creer en una mentira que nos contenta que apechugar con la verdad (Cap. 1)

Él solía decirme que el conocimiento no es más que un rumor hasta que lo incorporas a tus huesos y para ello nada mejor que probar, tocar y saborear. (Cap. 1)

Que cierto es que cuando el deseo nos invade solo percibimos del otro su lado bueno. Después, cuando aparece la rutina, descubrimos el lado incómodo y tratamos de cambiarlo. La dificultad consiste en comprender a tiempo que lo que nos atrae de una persona está allí porque convive con lo demás; suprimir un trozo supone arruinar el todo. (Cap. 1)

Nada nuevo bajo el sol, favorecer a la familia y a los amigos a costa del erario público es una práctica habitual de los gobernantes. Aunque, ¿cuántos de los aquí presentes no harían lo mismo si pudieran? Pues eso, no seré yo quien critique esta costumbre. (cap. 5)

Es más satisfactorio ser un hombre célebre que un hombre que merece serlo. (Cap. 5)

A veces las palabras tienen la fea costumbre de esconderse entre nuestros dientes cuando más deberíamos mostrarlas. El problema es que allí se pudren y luego apestan. Aunque también otras veces, cuando liberamos palabras largo  tiempo calladas sucede lo contrario y parece que a nuestro alrededor el aire se purifica. Nos quedamos sin resuello por exceso de aire limpio. (Cap. 8 )

Toda espada encuentra su escudo y todo veneno su triarca (Cap 8 )

Cuando hay un buen negocio de por medio, el valor de la vida es escaso (Cap. 8 )

Ella solía decirme que ante cualquier percance, lo importante no es lo que nos ocurre, sino lo que pensamos acerca de lo que nos ocurre y por tanto es nuestro juicio quien decide qué experiencias son malas y cuáles aceptables. (Cap. 9)

La imagen que de nosotros tenemos poco tiene que ver con lo que realmente somos. Pero ambos juicios de valor son baladís al compararlos con la importancia de lo que los demás piensan que somos. En realidad uno no es sino lo que a los demás parece. (Cap. 9)

De lo que sí estoy convencido es de que la suerte es perezosa y no se mueve si tú no la ayudas a que te ayude. Desde luego, reconozco que, a veces, las ayudas con las que yo la forcé tuvieron un efecto secundario un tanto sangriento. Pero en realidad, si a nadie le escandalizan las muertes a granel que se cometen en nombre de la fe, la patria, el poder, la riqueza...; por un menudeo como el mío, ¿quién se va a molestar? (Cap. 11)

Antes de acabar, les confieso que aún tengo la duda de si soy yo el que se ha aprovechado del gran nombre o es el nombre el que me ha poseído y obligado.

Supongo que como es la primera vez que voy a morirme se nota mi inexperiencia.

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